Recuerdo sentirme triste cuando escuché que los Delinqüentes se separaban. Esta práctica a veces motivada por simples estrategias comerciales, bien por malentendimiento entre los integrantes de una banda o por exceso de ego de alguno de los próximos aspirantes a rock star del año, no deja de poner nota rosa a lo que importa en sí, la separación.
Estos garrapateros en sus inicios se propagaban de la forma más bonita y auténtica que existe en el mundo de la música, el boca-oreja. No tenían padrinos y desde Jerez llegaron a un Esparrago Rock donde se catapultaron a un status del que ya no se bajaron en toda su carrera. Una situación merecida y caracterizada por un estilo inconfundible, callejero y andaluz, aflamencado que no “flamenquito” y canciones que todos, al pronunciar Delinqüentes, tendremos en la memoria
Y Migue, su vocalista, nos dejó prematuramente. Muchos versos en el tintero, mucha poesía frustrada que nos quedamos sin disfrutar desgraciadamente. Pero el grupo se rehízo, se repartieron los papeles y sobre la memoria del Migue decidieron tirar pa´lante, con una sonrisa y un optimismo contagioso.
Compartieron su arte con todo que se lo pedía (Pereza, Maldita Nerea, El Desván del Duende, Tomasito, etc…) y es que arte tenían tanto que hasta lo podían regalar.
Quien les escribe ha perdido la cuenta de las veces que los ha disfrutado en concierto, una apuesta segura de diversión, autenticidad y buen rollo “garrapatero”.´
Los trabubus os esperaremos pacientemente.
Por Miguel Ángel (Musiqueando)